En el mundo de la imprenta, hay un concepto que todo diseñador, cliente o emprendedor debe entender:
el sangrado (bleed, en inglés).
Aquí se explica en detalle cómo funciona.
Parece un tecnicismo sin importancia, pero puede marcar la diferencia entre una impresión limpia y un resultado chapucero.
El sangrado es un área de seguridad:
es la zona extra de diseño que va más allá del borde del formato final.
Sirve para que, al cortar, no queden bordes blancos ni márgenes inesperados.
Imprimir sin sangrado es como pintar hasta el borde de un folio… y luego pedir que te lo recorten sin fallar ni medio milímetro.
Mucha gente piensa:
“¿La tarjeta mide 85x55 mm? Pues la hago de 91x61 y así incluyo el sangrado”.
Error. Grave.
El sangrado no se añade al tamaño del diseño.
Se configura aparte, y las aplicaciones profesionales (como Illustrator, InDesign o Affinity) lo reconocen y lo gestionan correctamente.
👁️🗨️ Si mandas el archivo a 91x61 mm, lo que estás haciendo es aumentar el formato final. Y eso rompe todo el flujo de producción.
En Taller42, aunque trabajamos con alma artesanal, usamos procesos industriales de alta precisión.
Por eso pedimos los archivos en sus medidas exactas de corte + sangrado configurado, no “añadido a lo bruto”.
Envíalo. Lo revisamos sin compromiso.
Y si falta algo, te avisamos y lo corregimos juntos.
Aquí no trabajamos “como salga”.
Aquí se imprime con cabeza, precisión y respeto por tu marca.

Así debe prepararse un archivo profesional para impresión: sin improvisar, sin errores. El sangrado no es un capricho, es garantía de resultado